Por Carlos Aira
El domingo 20 de noviembre de 1988 ingresó en la historia de nuestro fútbol por dos acontecimientos completamente disímiles. Uno, que refuerza la nobleza de este juego, tuvo como epicentro la Bombonera: San Martín de Tucumán goleó con un lapidario 6 a1 a Boca Juniors.
El otro, en aquella lluviosa tarde porteña, sucedió lo “inconcebible”: en cancha de Ferro Carril Oeste, Argentinos Juniors y Racing patearon 44 penales en una definición soporífera.
¿Era un partido de Copa? No, fue parte de uno de los cambios reglamentarios más insólitos del fútbol argentino (¡y mundial!).
En julio de 1988 la AFA dispuso una nueva modalidad de puntuación para el campeonato de Primera División. La nueva regla establecía el equipo triunfador sumaba tres unidades, y en caso de empate, el partido debía definirse en tanda de penales. El conjunto vencedor de la misma tendría dos puntos y el perdedor uno. La idea de éste esperpento era sumarle una atracción extra a los hinchas.
Duodécima fecha del campeonato 88/89. El Racing conducido por Alfio Basile, campeón de la Supercopa, era puntero. Argentinos, de gran comienzo, se había quedado en las últimas fechas, pero el DT Nito Veiga tenía una gran generación de jugadores surgidos de su semillero como Fernando Redondo, Fernando Cáceres, Néstor Lorenzo y Ezequiel Castillo. En la previa, era un partidazo.
De arranque el espectáculo fue muy bueno, a pesar que el árbitro Carlos Espósito expulsó antes de la media hora a los más talentosos de cada equipo: el uruguayo Rubén Paz y Redondo. A los diez minutos lo ganaba la Academia con gol de Walter Fernández. Lo empató, pocos minutos después, el mendocino Carlos Ereros.
Apenas comenzó el segundo tiempo, Racing desniveló con un golazo de Medina Bello. Argentinos asimiló el golpe y empató nuevamente, con derechazo del lungo Silvio Rudman. Hasta ahí todo fue normal. Pero faltaba llevar adelante la nueva imposición reglamentaria…
Argentinos ganó el sorteo de los arcos. Los penales se patearon hacia la cabecera de la calle Martín de Gainza, tribuna local.
De movida fallaron los especialistas de cada equipo. Oscar Dertycia y Walter Fernández estrellaron sus fuertes remates en el travesaño. Desde ese momento, la serie se transformó en interminable: los jugadores pasaban, pateaban y convertían.
Extraña paradoja la de Julio César Balerio. En esos días fue titular del arco académico por una larga sanción impuesta por el Tribunal de Penas de AFA a Ubaldo Matildo Fillol. Balerio copiaba en todo al Pato e implementó uno de sus consejos en caso de definición por penales: arrojarse siempre al mismo palo.
Es una cuestión de estadística, habrá pensado el arquero uruguayo. Pero los jugadores de Argentinos se “avivaron”: Balerio siempre se arrojaba a su izquierda. El único que perdió en esa guerra de nervios fue Pichuco Ereros. Cuando Racing pudo definir la serie, Carlos Goyén, también uruguayo, detuvo el penal de un tercer charrúa: Carlos “Chupete” Vázquez.
El recuerdo de los memoriosos ya apuntaba a la noche del 21 de diciembre de 1982. En el Palacio Ducó, Temperley venció a Atlanta 13 a12, con 26 penales ejecutados. Pero la clave estaba en el comienzo mismo de aquel campeonato 88/89: por la segunda fecha, Deportivo Español e Independiente patearon 28 penales, en una definición que ganaron los diablos, futuros campeones,12 a 11.
Los dos arqueros orientales patearon sus penales sin fallar en las dos vueltas que dio la definición. Había que iniciar una tercera tanda. El sopor era generalizado. Jorge Camote Acuña, quien jugó gran parte de aquel partido antes de ser reemplazado por Hugo Lamadrid, recuerda: “Todo fue eterno. No nos importaba perder un punto, sólo queríamos que terminara todo. El tiempo se había hecho chicle, parecía interminable”
Anochecía sobre Buenos Aires. Habían pasado casi 45 minutos de penales. Cuando la camiseta celeste con el 8 agarró la pelota, se escuchó un murmullo en la tribuna local. El ejecutante era un viejo conocido en La Paternal. El mendocino Mario Hernán Videla tres años atrás había ejecutado el penal que le permitió a Argentinos Juniors ganar su Copa Libertadores ante América de Cali. El remate del Panza, desganado, fue atajado por Goyén.
El fin del suplicio quedó en los pies de Jorge Gáspari. El marplatense que tuvo su momento de gloria con el golazo que le permitió a Quilmes obtener el Metro 1978, tocó suave hacia la derecha de Balerio, que insistía con arrojarse a su izquierda. El rubio mediocampista ingresaba nuevamente en la historia. Esta vez por concluir la definición por penales más prolongada en la historia, y por ende, el partido más largo de nuestro fútbol.
Los jugadores ingresaron presurosos al vestuario. Las tribunas ya estaban raleadas desde hacía largos minutos. Algunos se preguntaban cómo había finalizado la definición. Los más puntillosos anotaron un 20 – 19 a favor de Argentinos.