El miedo es zonzo

por Gabriel Fernández *

Los últimos 20 minutos del partido entre Gimnasia y Esgrima La Plata y Boca Juniors en el Bosque nos permitieron observar, una vez más, las decisiones temerosas de un querible y destacado entrenador que anhela cerrar un resultado favorable.

Ya había ocurrido con el Topo Sanguinetti y con el Moncho Fernández. Dos emblemas incuestionables que, como el Indio Ortiz, han dado lo mejor a nuestra institución. Los tres intentaron, en cotejos decisivos, sostener el tramo final insertando un zaguero más para que respalde a la dupla central.

Los tres fracasaron, en ese punto, porque la línea de cinco sólo contribuye a encerrar al equipo en la propia área. Cuando además el rival cuenta con volantes ofensivos como Chavez y Riquelme, las habilitaciones cruzadas son recurrentes y el gol del rival llega por decantación.

Un área superpoblada no garantiza una marca eficaz. Antes bien, contribuye a la confusión y permite que los defensores del adversario se despeguen limpios. Como problema colateral, se devalúa la influencia de un gran cinco, Rinaudo, al hacerlo chocar posicionalmente con Aguero.

Regalar el terreno es inapropiado en casi todas las circunstancias, aunque pueden darse algunos partidos, de visitante, en los cuales el empate es victoria, donde el experimento tiene al menos un sustento razonable.

Lo más adecuado ante Boca era sostener el esquema poblando el mediocampo e instalando el partido en una zona donde Encina, Rinaudo y Capurro estaban brillando. Retrasarlos les hizo perder contacto con el balón y permitió la creación y la insistencia del mediocampo rival.

Esta observación, que ya hicimos cuando, por ejemplo, el Topo insertó a San Esteban como quinto defensor en un clásico que venía muy bien, es pertinente ahora: necesitábamos ganarle a Boca y, con el partido resuelto, no lo hicimos porque lo complicamos nosotros. Bien: necesitamos ganarle a Huracán.

Retrasar este debate "para después" es ignorar que no hay después. Para nada implica dejar de alentar y apoyar al equipo y muy especialmente al Indio, que hizo lo mejor posible en un tiempo muy corto y asumió la brasa candente con bravura.

Bueno, esa bravura debe trasladarse al juego. Ya no hay empates que nos permitan acumular puntajes a futuro. No hay futuro en este tramo. Hay un partido y ese partido se gana o se gana. La actitud táctica del equipo es determinante, ya que la garra y el tesón vienen copando la parada.

No basta con correrlas todas, con esforzarse hasta el límite. Eso es trascendente para triunfar. Pero si el planteo básico no es ostensiblemente ganador, si el mediocampo no está en nuestras manos desde el minuto 0 hasta el 90, los mejores intentos pueden quedar en buenas intenciones.

Finalmente y ya que estamos, sin que nadie se enoje con el mensajero por describir lo evidente: si se lesiona el mellizo, porqué sacar a Graf. Si se saca a Graf porqué ignorar que Neira, Vizcarra y Romea también existen. Córdoba jugó igual que el resto del torneo. ¿Cuál fue el sentido de perder manejo tan abruptamente?

La mano tendida al Indio. El aliento más a voz en cuello que nunca. Pero que quede claro: a Huracán hay que ganarle. El miedo es zonzo y, a veces, puede resultar suicida.

*Director La Señal Medios