Por Diego Jara
Cuando Oscar Tabárez asumió en la dirección técnica de la Selección uruguaya, todos sabían que su proyecto era de los que se denominan “a largo plazo”. Para arrancar su segundo mandato (había dirigido a la Celeste en el Mundial de Italia ‘90), el Maestro delineó un plan tan ambicioso como revolucionario, con una idea fija: recuperar la esencia de un deporte colectivo y volver a poner a Uruguay en los primeros planos del fútbol mundial. Hoy, con su equipo en la final de la Copa América y tras el logrado cuarto puesto en Sudáfrica 2010, parece fácil hablar de un proyecto que fue acompañado por buenos resultados. Sin embargo, esta aventura del Maestro debió pasar por varias etapas críticas. Por ejemplo, en su primera competición oficial, la Copa América de Venezuela en 2007, su debut fue un 0-3 en contra ante Perú. Luego llegó hasta semifinales, donde Brasil lo eliminó en los penales. O mismo en las eliminatorias para la última Copa del Mundo, donde tuvo un andar irregular y terminó clasificándose en un repechaje contra Costa Rica. Sin dudas fue un acierto de los dirigentes saber bancar y esperar los plazos lógicos de un programa integral tan complejo y detallista.
Sí, detallista. Porque realmente al Maestro no se le escapa nada. Cuando asumió, se ocupó de designar personalmente a sus colaboradores de acuerdo a su estilo, su forma de trabajar, su afinidad futbolística. Salvo Juan Verzeri, que ya estaba en la Sub 20, los entrenadores de las juveniles que convocó habían sido dirigidos por Tabárez y reunían el perfil adecuado para sumarse al proyecto. Mal no le fue: la Sub 20 participará en estos días del Mundialito en Colombia, la Sub 17 que dirige Fabián Coito viene de ser subcampeón en la Copa del Mundo realizada en México, la Sub 15 de Alejandro Garay sigue creciendo y a fin de año albergará en Uruguay al Sudamericano de la categoría. Para el Maestro, el trabajo en juveniles es fundamental: “De ahí, surgieron los Suárez, Cavani, Cáceres, Lodeiro, Coates, Hernández y algunos otros que figuran en carpeta. Y como no se quemaron etapas, llegaron en el momento justo al seleccionado”. El ejemplo más claro de esto es el de Luis Suárez, fundamental en el equipo actual, pero que no fue citado para la Copa América de 2007 porque prefirieron que fuera al Mundial Sub 20 de Canadá.
Nada es casualidad y esto también surge de pautas muy claras. Tabárez dice: “este es un plan integral que incluye estudiar, competir y saber de fútbol”. Y es verdad. A los chicos que acuden a los clubes (Defensor, Danubio y Liverpool son instituciones modelo en este sentido) les dan clases de inglés y computación, y las buenas notas son obligatorias: si no estudian, no juegan. Este cambio se aprecia en varios aspectos, desde la buena educación que muestran los jóvenes futbolistas ante la prensa hasta la obtención de los premios fair play de los distintos seleccionados, una imagen muy alejada de aquella malentendida “garra charrúa” que a veces se transformaba en juego brusco, expulsiones y escándalos dentro de la cancha.
Pero el plan de Tabárez no se detiene. Ahora está apuntando a la captación de juveniles del interior uruguayo, con un complejo proyecto que incluye un seleccionador para cada uno de los 19 departamentos del país. Aunque la idea por ahora es resistida por algunos dirigentes, la instalación de “campamentos” en cada localidad intenta evitar el desarraigo que los chicos sufren al tener que trasladarse a Montevideo. Otro de los objetivos es la formación de jugadores de 13 y 14 años, edades en las que el Maestro entiende que existe un vacío porque no tienen mucha competencia. Incluso, como faltan árbitros, se están capacitando jueces para que dirijan partidos en esa categoría.
A Tabárez se le renovó el contrato luego del último Mundial, es decir que podrá trabajar tranquilo por lo menos hasta el 2014. “Considerando los condicionantes que tenemos como país y la realidad futbolística, es imprescindible continuar con este tipo de trabajo. En el pasado nos creíamos muy especiales por lo que habíamos ganado y decíamos tonterías, como que un uruguayo no podía ser segundo, que era un fracaso, que sólo servía ser campeón o nada”, dice. “Pero cambiamos esa mentalidad”. Hoy todo Uruguay celebra y, si el domingo no consigue la Copa, también lo hará. Tal vez esa sea la mejor lección del Maestro.